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Luna llena en el mar Jónico

Clarín Viajes 13/06/10 - 01:14

Luna llena en el mar Jónico


PorSilvina Garré. Cantante. Su último disco, que viene presentando en distintos recitales, es: “Canciones sin tiempo”.


En marzo hice con mi pareja un viaje de vacaciones a Italia. Ya había estado, pero siempre es encantador regresar a ese país. Esta vez la revelación fue Taormina, en Sicilia, a donde fuimos desde Nápoles en tren.

Adoro el tren desde adolescente, cuando viajaba de Rosario a Buenos Aires. Adoro sentarme en el vagón-comedor a escribir, leer o mirar el paisaje acunada por su traqueteo. Leía Ecce Homo de Nietzsche cuando llegamos al Estrecho de Mesina. Me pareció estar en una película cuando el sonido cambió y dejé de escuchar el tren. Estábamos flotando suavemente, con tren y todo, adentro de un gran barco hacia Taormina, una proeza digna de “Fitzcarraldo”.

Taormina está sobre el Monte Tauro con el mar Jónico como un abrazo y el Etna de fondo. Tiene callecitas empedradas con miles de flores de Santa Rita por todas partes, villas señoriales y vestigios de griegos, bizantinos y romanos en su arquitectura. Es impactante el milenario Teatro Griego, con su acústica perfecta, la alegría de estar allí me impulsó a cantar: “Stella che cammini,/nello spazio senza fine/fermati un istante solo un attimo…” –una canción de Antonello Venditti que me hace sentir italiana.
Toda la ciudad es un mirador natural a 200 metros de altura y hay que bajar a las playas por teleférico o por los caminitos floreados. Me encantó la bahía de Mazzaro, los botes rojos y azules de pescadores y rocas con pequeñas piedras brillantes. Es ahí donde se filmó la película Azul Profundo, una locación perfecta, con una playa de aguas calmas y cristalinas, bien del Mediterráneo. Hay un islote, Isola Bella, que en bajamar abre un camino de arena que lo une a la playa.

Otro lugar, muy real pero “de película”, es Castelmola, un pueblito trescientos metros más arriba de Taormina. Llegamos en medio de un funeral que congregaba en la plaza a todos sus habitantes; había una banda de música con platillos y trompetas, ancianos y señoras de pañuelos negros en la cabeza; me quedé extasiada mirándolos hasta que colocaron el cajón el un auto negro y lo despidieron entre cantos y rezos. Anduvimos por callecitas, con negocios de antigüedades, un taller de marionetas, viejitos tomando sol en la vereda y bares con gente sencilla.
Lo que más me gusta de viajar es caminar y mezclarme entre la gente. Taormina, aunque es visitado por miles de turistas es mucho más que un pueblito “pintoresco” para unas fotos de recuerdo, es un lugar auténtico y bello para vivir.

Los antiguos faroles de hierro le dan una luz rosada a los adoquines de las calles, la ciudad invita a caminar también de noche, por el centro hay barcitos con música en vivo y nos metimos a uno donde un cantante romano entonaba muy bien “Bésame mucho” en italiano. En otro bar disfrutamos la versión local de Caetano Veloso interpretado en perfecto portugués y fue un gusto acompañarlo a cantar. Regresamos a medianoche caminando despacito y felices. Estábamos alojados en un hotel con vista al mar ineludible, y nuestro balcón era un mirador de privilegio; la suerte nos regaló una noche de luna llena sobre el Jónico para no olvidar nunca.



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